Un secreto a voces

Querer a alguien... abrazarle cuando las estrellas no brillan en su noche, para sacar un pincel y pintarlas en el techo de su rincón donde mueren las lagrimas más tristes... fiarte de esa persona a ciegas, dejarte llevar de su mano en un tobogán hacia su abrazo... olvidar las malas palabras soñando que lo que ha pasado forma parte de un colchón a menudo casi intacto... soñar descalzo, que los amigos son de verdad y se pueden contar con dos manos...

Pero cuando te riges por el sentido de tu corazón, el ser más inocente que las manos de Dios ha creado, es cuando tu mente y su amiga la lógica te regañan día y noche por dejarte llevar por la inocencia, por pensar que todo lo que te rodea es magia y fidelidad, por no darte cuanta en algún momento que el camino por donde te guiaba no era un camino de algodones, donde para bien o para mal caerías y no te harías daño... sino un terreno lleno de espinas donde cada paso es un fracaso...
Y no puedo echar la culpa a la razón de regañarme en cada instante porque la que no me di cuenta fui yo de que aquello no era amistad, de que aquello no eran roces, aquello no era la mano que te ayuda a levantarte cuando después de la caída quieres cerrar los ojos y no despertarte...
Era tristeza, soledad, mentira... era un demonio disfrazado de ángel... era un secreto a voces...

Pero detrás de la soledad aparece esa estrella fugaz que ilumina el camino, como la luciérnaga que en medio de la noche te guía hacia tu destino, y vuelvo a tener miedo de caer en el abismo, de tomar malas decisiones, de no saber si debo coger el lápiz y volver a escribir un nuevo libro y si no me gusta el final borramos y lo repito, si debo dejar que me invadan las dudas pero que yo crea que tengo un amigo...