El invierno más frío

Como vaticinando la más absoluta de las desgracias, el invierno azotó al mundo con su soplido más frío. Y fue dicho viento glacial el que se filtro por cada uno de sus huesos, recorriendo cada uno de sus rincones para no separarse de él nunca más, para ayudarle... 

Su vida se había vuelto monótona, sin sentido y llena de desesperación, las semanas pasaban como si cada día fuera la misma película dramática con una misma introducción y un idéntico fatal desenlace. Podía ser verano en la calle, podía brillar el más hermoso sol en el más alto del cielo, pero de nada valía lo que pasase alrededor si dentro su corazón se encontraba el más duro invierno… Una vida de pérdidas le había llevado a la más profunda amargura y ese estado le había llevado a una profunda soledad. Su vida era un sinsentido desde que lo pierdo todo, desde que la perdió a ella… 

Recordaba aquel día con tanta nitidez que a veces el solo intento de olvidarlo le hería la mente hasta dejarlo sin aliento… Se lo intentaban explicar pero él no quería oírles, había una posibilidad entre un millón de que la operación saliera bien, y aún así, el coste era muy elevado. Pero… ¡Que sabrían ellos de la vida! Él no hubiera podido soportar ver como el último rayo de esperanza se escapaba como una estrella fugaz sin vida después de miles de años de viaje. Su hija lo era todo para él y si se la arrebataban no le quedaría nada para querer vivir. Así que decidió venderlo todo, vendería su alma al mejor postor si hiciera falta con tal de verla sonreír una y otra vez. Lo era todo para él y si ellos no lo entendían… ¡Al diablo! ¡Ellos tenían una familia sana en la que refugiarse! ¿Cómo conseguiría vivir sabiendo que dejo escapar su última esperanza? 

Como siempre que lo recordaba, necesitaba abrir los ojos y respirar lo suficiente, para amortiguar el dolor que se acrecentaba por instantes creando un nudo en su garganta que no le dejaba respirar. Los siguientes recuerdos siempre eran en forma de imágenes que invadían su mente cada día, eran como gotas de lluvia en la ventana, agolpándose de tal manera en su mente que no le permitían ver más allá del cristal de la vida. La falta de ganas de vivir, la despedida, el último adiós, su primera noche sin hogar… 

Hacía ya tiempo que vivía en la calle, sin dejar de ser un hombre de costumbres, se sentaba en el mismo rincón de la plaza principal de su ciudad, como si aquel sitio fuera el único que le entendía. Cada día se levantaba en un suelo frío rodeado de cartones y unas pocas mantas donde refugiarse en las duras noches de invierno. A veces durante la noche dejaba de sentir su cuerpo y se dejaba llevar por los sueños, esos en los que él volvía atrás en el tiempo y podía sentir el abrazo de su pequeña cuando llegaba de trabajar. En aquellos instantes vacíos de su vida, se sentía lleno, pero al despertar cegado por el amanecer que le acompañaba cada día, miraba a su alrededor y volvía a la realidad. 

Y entre suspiros, lágrimas acumuladas en el olvido y miles de gotas de impotencia pasaban los minutos para él. Muchos ratos de silencio recordaba la teoría de los 7 sucesos traumáticos que había leído en algún lugar en la época en la que era un hombre lleno de esperanza y amor: las personas sin hogar viven una media de 7 u 8 sucesos traumáticos encadenados en poco tiempo y la falta de apoyo por parte de familiares y amigos, añadida a la insuficiencia de recursos sociales les llevan a esa situación. ¡Era tan fácil hacer estadísticas! Que le dijeran a su pobre corazón hundido en el hielo cuantos sucesos hacían falta para morirse aunque siguiera latiendo. 

Para él solo había un único suceso traumático, la muerte, y eso había hecho que todas las estaciones se fusionaran en una, en la estación más fría inimaginable, imposible de superar con miles de mantas y buenos deseos. Una estación donde los copos de nieve caían sin cesar para despertarle de su utopía, donde el viento le azotaba en la cara para demostrarle que él no era nadie en la vida, donde la lluvia le recordaba que no tenía unos brazos donde refugiarse y donde las nubes le gritaban que nunca volvería a ver la luz del sol. 

Él no quería dar pena a la gente, él solo quería que el tiempo pasara lo más rápido posible para volver a encontrarse con ella en uno de esos mundos que nadie se puede imaginar. Él no quería dinero a cambio de compasión, él solo quería que el invierno mostrará su cara más salvaje y le dejara morir...

Tenía cincuenta y seis años, cuando fruto del frío mortal de aquella mañana de invierno, o quizás de los copos de amargura que se helaban en su corazón, tras una vida de terribles consecuencias, su cuerpo cedió al peor de los destinos…


Dicen que el invierno es la época más fría del año, que comienza en el solsticio del mismo nombre y termina en el equinoccio de primavera. Pero para algunas personas, el invierno es ese estado de insensibilidad, en el que la vida duele y no puedes hacer otra cosa distinta de sufrir hasta que todo termina y encuentras una vida mejor.