Eclipse

Cuenta la leyenda que hace miles de años, cuando los humanos desconocían su poder sobre la tierra, y la naturaleza era la única diosa de nuestro mundo, surgió la mayor historia de amor de todos los tiempos... 

Nuestra historia comienza cuando las noches solo estaban gobernadas por la luna, la cual vivía con ingenuidad cada uno de sus segundos de vida. Apasionada del amor y de las historias que el viento la leía por las noches para sacarla una de sus mejores sonrisas, era la reina indiscutible de la belleza de los cielos.

En cambio durante el día, un hermoso sol iluminaba cada rincón del planeta con una luz tan apagada que antes que parecer bello transmitía temor. Valeroso e indescifrable, pero con miedo de que alguien le robase el trono de rey de los cielos.

Una noche de verano, cuentan los dioses más ancianos que se produjo un fenómeno sobrenatural que desequilibró la armonía de la naturaleza, ya que durante unos instantes la tierra perdió su color. Ni el plata de las noches ni el dorado de los días iluminaban si quiera un trocito de naturaleza.

Aquella noche, la luna se encontraba absorta en sus pensamientos, cantándole a los seres de la tierra lo bonito que era el mar, y tan emocionada se encontraba ella que entre vuelta y vuelta aceleró su velocidad y se encontró frente a un dios que ella nunca había visto. Era dorado como el fuego y tenía una mirada feroz que instantáneamente descolocó cada uno de sus sentidos. Por un instante se sintió absorbida por aquel sol tan radiante que no dejaba de mirarla. 
Por su parte el sol observó a aquella princesa de la noche como bailaba con dulzura sin preocuparle el calor que ardía sobre su cuerpo. 
Y como si fuera inevitable, durante unos instantes, la lujuria, el deseo y la pasión, el calor y el frío, se fusionaron. Aquellos estraños dioses del firmamento se dejaron llevar por sus latidos... Ella no dejaba de sentir el calor de lo desconocido y él por primera vez sintió entre sus llamas algo más que poder. 

Finalmente presa de la atracción, la luna volvió a cambiar su velocidad, y sin darse cuenta vio como se alejaba de su amado. Desde la distancia, ambos seres se juraron amor eterno. 

A pesar de que todo volvió a su estado normal, desde aquel entonces, cada cierto tiempo ella bailaba su danza para volver a encontrarse con él, sabiendo que aquellos instantes no podían ser eternos por el bien de los seres que habitaban la tierra.

Por su parte el sol brilló más que de costumbre, alargando sus rayos como brazos para que ella pudiera sentir su calor, y mientras todos dormían, el sol enviaba al viento para que le cantara nanas a la luna y que nunca más se sintiera sola...  Como respuesta, ella lloraba cada noche para que desde la distancia él pudiera ver en forma de estrellas todo el amor que ella le demostraba.
             

Dicen los más sabios que su amor perduró a los tiempos, a las dificultades y a la distancia, y que si cada noche se observa el cielo sin ceder al sueño, se pueden observar estrellas fugaces que atraviesan el firmamento como muestras de un amor que no tiene final.