Juegos de amor sin sentimientos


Hace veinte años quería dejar de sentirme tan extraña en este mundo... Mi día y día iba transformándose en una constante de tortura y desesperación.
No hacía mas que escribir mis emociones cuando sentía esa opresión en el pecho cada vez que alguien jugaba con mi cuerpo rozando los rincones más ocultos o cuando quería dejar de sentir pena de mi misma cada vez que alguien no valoraba la sustancia que siempre ha habido en mi interior. Tanto tiempo pasaba en frente de los folios, como dentro de la ducha... Cada vez me duchaba más y frotaba con más fuerza la esponja sobre la superficie de mi cuerpo que cada día me repugnaba con mayor intensidad.

Día a día me iba convirtiendo en un objeto sexual sin sentimientos...

Es complicado transmitir como te sientes cuando entras en ese bucle de sentimientos perdidos en el que todo carece de sentido, quizás todo se resuma en dolor, miedo y culpabilidad, dolor, porque tu cuerpo sufre dolencias, porque vas maltratando a tu vida sin encontrar ninguna solución y cometes excesos que nunca te habías planteado, miedo, porque te pasas la mayor parte del día pensando que te deparará la noche, si será una noche normal o te enfrentaras a un nuevo reto, a una nueva manía de esos hombres que buscan saciar su deseo en manos de una desconocida, a veces con frialdad y otras con asco y desprecio, pero de cualquier manera tratándote como la arena que se puede pisar pero no se puede coger, y por mucho que pasen los años seguirá ahi... sin vida, inerte, golpeada por el mar... Pero quizás todo sea por mi culpa por no poder poner el freno a algo que tanto daño me hace pero no se como parar.

Hoy hace veinte años desde que abandoné la prostitución, los juegos de amor sin sentimientos y las noches en camas vacías, hoy celebro a su lado que he recuperado mi vida porque él apareció en ella y me rescató del infierno.
Hoy, recordamos en el sofá de siempre nuestra historia, la decisión del destino y veinte años de matrimonio en los que he pasado de la tierra al cielo.

Le conocí una de aquellas noches de lujuria inexistente, en la habitación sin número de un hotel de carretera, él era un prestigioso escritor y yo no era más que un conjunto de propósitos que perdían su sentido en cada cama. En mi interior aquella visita nocturna se pronosticaba como otra noche más, pero quizás fue cuando vi su mirada cuando me di cuenta de que había algo más que deseo en su presencia, por primera vez en mi vida la noche no acabó entre sabanas.
Él quería escribir sobre la prostitución y quería pagarme por contarle mis experiencias, y yo accedí al instante. Pasaron muchas noches en las que él fue dándome una confianza para mi desconocida, corrieron horas en las que me leía sus novelas y nos tumbábamos en la cama sin traspasar lo prohibido, el era más que un oyente, y yo, por primera vez desde hace años, comencé a recuperar la ilusión por vivir.

Pero no fue todo tan fácil, aunque yo me estaba enamorando poco a poco de él, las noches de pensiones oscuras y de vicios inconfesables con hombres sin amor no paraban, eran como una droga. Dormir quizás era una buena terapia, pero a estás alturas la droga ya había hecho demasiado efecto y pocos remedios iban a poder curar aquello en lo que me había convertido.

Es más sencillo hablar ahora, tras veinte años de alegrías, frente a una mesa llena de ilusiones, con una cena perfecta y la casa llena de velas con la ilusión del primer aniversario... es más fácil ahora que tengo un marido que me protege, una llave donde cerré el pasado, y una noche llena de esperanza bajo una hermosa luna llena testigo de veinte años de amor, quizás sea por eso que hoy celebramos que el destino me cruzó con él para dejar aquel trabajo tan históricamente antiguo.

Una tarde de mi antigua vida mi escritor me llamo para decirme que ya había acabado su libro, y que quería que fuera con él a la presentación. Nadie se imagina como se siente una persona cuando la valoran, así que con el vestido que me había regalado y maquillada lo mejor que pude fui con él.
Tras años, la gente me trataba como si fuera una persona sin ningún secreto oscuro y me hizo sentirme realmente bien.
Llegó el momento de la despedida, tras la presentación él me acompaño a mi apartamento a las afueras de la ciudad, pero cuando yo creía que llegaba la hora del final de esos días de ensueño, entonces me dio su libro, cuando lo abrí, lo pude ver impreso... él me había dedicado su novela y yo no pude sino sentirme muy especial.
Tras aquella noche y las que la sucedieron fui dejando radicalmente las escapadas nocturnas para disfrutar del amor con él, un sentimiento que no se pagaba con ningún tipo de dinero.

Y hoy tras veinte años, tras una noche llena de regalos y risas mientras cenamos, llega el momento más especial de la noche, y lo lleva siendo miles de veces en estos años, llega el momento en el que nos fusionamos en una sola persona, en el que las caricias son únicas e intransferibles, y los suspiros una constante temporal, donde él es mio y yo soy solo suya...