
No había problemas, todo era perfecto...
Las promesas rotas por el tiempo eran olvidadas por la oscuridad de la noche, como un impotente agujero negro que absorbía mis peores recuerdos...
Las alegrías de la vida eran recordadas por el mar sobre el que volaba que me salpicaba con gotas de la mejor felicidad concebida, potenciando el brillo en los ojos producido desde siempre por un amor incalculable...
Y comenzaron mis reflexiones, y comenzaron los consejos de la luna como cantos de sirena sobre el mar y la noche se convirtió en confidente de mis mejores secretos y de las penas más amargas que ya jamas volvería a revivir y la magia del cielo fue soplada sobre mi cara, como el aliento cálido de los dulces besos que se dan cada mañana y junto a mi ángeles protectores surcaron la grandeza de las alturas...
Y empecé a dar giros y abrí mis brazos a la inmensidad de la vida y mis parpados empezaron a cerrarse acunados por las nanas de las estrellas fugaces y me abandoné a los sueños...
Pero la realidad se abalanzó sobre mi cuerpo y me encontraba de nuevo en mi cama, en el suelo, regresando al poder de la gravedad...
Decidí tener el poder de mi vida y crear el cielo en mi propio reino, y volver a volar sobre mis propios sueños y poder creer que la vida es sueño...